Allí estaba yo, puntual, aún con el sabor de la última vez, y con la ilusión de que cada vez que nos vemos la cosa va a mejor. A pesar de mi británica puntualidad ella ya me esperaba, con sus armas preparadas (armas a las que no sé si debo temer o amar).
Y sin la conversación necesaria en la última vez que nos vimos, salió eso de su boca:”Túmbate”. Obedecí (como no!), me ayudaba a calmar los nervios la experiencia de la última vez, pero todo fue diferente: la intensidad de esta ocasión no tenía comparación alguna con las anteriores, supongo que ya ella sabe lo que busco, y yo lo que ella me puede dar. Sobraban las palabras de manera descarada, un tímido “Avisa cuando te duela” respondido casi siempre con “No, puedes continuar”.
A medida que ella aplicaba más intensidad, la capacidad de mi cuerpo para sudar también iba a más, creo que así liberaba la tensión, cosa que parecía no necesitar ella. Terminamos, y pasamos hablando unos minutos, mientras yo me recuperaba; y sí, cierto, me reafirmo, cada vez va a mejor, no sabría como agradecérselo.
“Bueno, nos vemos la próxima semana, hoy has aguantado”, me dijo mientras le abonaba los 120 euros…
"Gracias doctora, mi pie va cada vez a mejor con este tratamiento”. Y así abandoné su consulta, dolorido, pero con un pie recuperando su plenitud.
¿En qué has estado pensando mientras leías?... ¿De verdad creías que te iba a contar algo así en el blog?...¿Tan desesperado te he parecido?...
Tres cositas antes de terminar: la primera, duchita fría para calmarte la calentura; la segunda, espera siempre hasta el final para hacerte una impresión sobre alguien (creo que debes estar tragándote las veces que me has llamado “salido” o cosas por el estilo mientras leías el post); y tercera y última, una buena podóloga para las dolencias del pie!!
"Y me enredo entre lo falso y lo real, que la mentira y la verdad nunca viajan solas..."
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