sábado, 8 de septiembre de 2007

La agonía del desconocido




Que hay días que mejor no levantarse, no abrir la ventana, no saludar al mundo. En esos días duele vivir, el respirar quema adentro, afloran las ganas de gritar, salir corriendo.

Despierto como casi siempre, demasiado tarde. Toca correr para alcanzar a aquellos que madrugan y dios les ayuda. Desde que aprendí a leer (hace ya bastante tiempo) y desde que tengo algún mínimo interés por algo (de esto último no hace tanto) me gusta amanecer con el periódico al lado, ya sea en versión impresa o versión digital, preferiblemente la primera.

Se hace difícil, que la primera imagen que se tiene del mundo al despertar, sea la de diez cadáveres, en fila, a orillas del mar, demacrados, abofeteados por una mar que no perdona, que no entiende de edad o situación económico-social. Tras esto, asoma la duda, quizá mejor seguir durmiendo, o pasar de página, o salir a comprar algo, que no hay nada como el gasto de dinero para aliviar el mal sabor de boca (qué cobardes somos!).

Se hace más difícil aún cuando este suceso ya no es noticia, es rutina. Y es rutina porque sin haber estado en el fatídico lugar, y sin saber nada acerca de los fallecimientos, podriamos redactar la noticia perfectamente: seguramente se trata de jóvenes africanos, que habrán abandonado lo poco que tenían en su país de origen hace algunos días; que durante la travesía (si así podemos llamarla) el sueño de una vida mejor callaría el hambre, el frío y el miedo; morírian, agonizarían, en su intento de nadar hasta la costa prometida; serían rescatados por la Cruz Roja, envueltos en una sábana, y enterrados en cualquier cementerio, con un número en su lápida, nadie llorará por ellos, por lo menos a este lado, en el primer mundo, y se les recordará como un número más en la fría estadística de los inmigrantes muertos en costas canarias.

Escribo hoy de lo triste de una realidad externa, escribir sobre mi se me hace imposible en este momento. No olvido a los pescadores fallecidos en Galicia, pero mi desconocimiento sobre su situación me hace ser prudente, prefiero no escribir sobre algo desconocido...por eso hoy no escribo sobre mi.


"Ahora quedo yo, solo un cuerpo y una mente, que sin dios ni fe presente, sigue pidiendo perdón"


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