lunes, 15 de noviembre de 2010

Horizonte




Amanece ahí fuera, tras la persiana entrabierta. Me despierta el olor a café recién hecho, oscuro, como el color de mis ojos endiablados cuando te miran fijamente, como si nunca fueran a ver más allá. No importa todo cuanto quede fuera de tu imagen, no viven aquellos ciegos que nunca alcanzarán a contemplarte.

No se queman las tostadas, ni se matan en televisión. Agradezco un poco de paz a la hora del desayuno, y que eliminen el reloj de la pantalla, ese que todas las mañanas parece burlarse del tiempo que me resta para volver al matadero. Hoy no, hoy es distinto.

Me espera un coche en la puerta, con el motor encendido. Hoy no tengo que preocuparme del tráfico, de la gasolina, de la guardia civil, del aparcamiento. Hoy viajo tranquilo.

Se ven sonrisas en el edificio gris. Un "buenos días, ¿cómo estás hoy?" me hace andar sin pisar el suelo.

Y por fin el desado momento. Te veo, sin necesidad de llamadas telefónicas, de palabras altisonantes, de desgastarnos. Te veo natural como este día, te veo libre, sin ataduras, sin prejuicios, sin dobles direcciones. Te veo y somos dos niños que creen en los Reyes Magos, que creen que aún se pueden hacer cosas porque sí, porque apetece, porque gratifica aunque no se reciba nada a cambio. Dos niños que creen en miradas limpias, que no juzgan palabras, gestos, hechos, no juzgan porque disfrutan de su vida, y quien disfruta no pierde un segundo pensando en justicia, porque vive con ella. Dos niños, que en definitiva, creen que una sonrisa vale el mundo y que su mundo cabe en tu sonrisa. Dame tu mano, agárrame con fuerza, que esto no termine nunca.




No sé ya cuantas noches llevo soñando lo mismo. Para descansar me bastaría con tener la certeza de que existirán para mí días así, al menos uno. No me compadezco de mis miserias, no me canso de correr en este tunel sin luz, es más, cada vez corro con más fuerza, pero sin duda sería mucho más llevadero de saber que al final me esperará ese día de café recién hecho. Tus ojos, tus manos, tu calor.



Dame una guerra donde luchar, y ella nunca volverá a bailar sola. Dame una guerra, y venceré.


viernes, 12 de noviembre de 2010

Otoño





"Yo pienso en los besos que debo, y en mis pasos, en mi prisa urgente por llegar a tu lado, y en la vida que sería si al salir de la oficina, de la fábrica, de la escuela, no encontrara tu figura alumbrando el umbral de la casa roja que habitamos. En qué sería de mí sin el desorden de tu ropa, perezosa, estirándose en el sofá, sin las luchas cada mañana y el cerrojo que cierra tu sueño como la joya inalcanzable que ha de ser, como tu rostro dormido en el asiento del copiloto cuando, tarde, llegamos al hogar.

Mientras el otoño trae, como te digo, este olor a principio y abrazo, te echo de menos, y el mundo duele menos si miro tu figura adherida a mi sienes."


Gracias.