lunes, 6 de agosto de 2012

Epílogo


Creo verte en cada piedra del camino, en cada curva del destino inexistente, vano consuelo del hombre mortal. El aliento de mis ochomiles, la chispa de la combustión que destruye barreras.

Y sin embargo, caprichosa como la moneda lanzada al aire; esquiva, como la suerte que viaja en ascensores; como los despertadores que nunca llegaron a sonar.

Te vas, y me siento huérfano de invierno, perdido en ciudades a las que prometí volver.



Pd: Hacía bastante que no me encontraba con las musas, así que no iba a dejar esto guardado en un cajón al que ya no le caben más papeles. Igual me quito la cinta de la boca y empiezo a hablar.

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